Aun que suene raro, los sordos también oyen.
Con el paso de los años, los estudios han demostrado que el cerebro de las personas sordas adapta su estructura para contrarrestar el déficit que supone la sordera. De este modo, aprovecha las vibraciones del sonido en el área del cerebro que deja libre los estímulos auditivos. Un claro ejemplo lo encontramos en el conocidísimo compositor alemán Beethoven, cuyas mejores obras fueron escritas después de quedarse sordo.
La musicoterapia es una disciplina enfocada a ayudar a estas personas discapacitadas a percibir la música. El ritmo de la música es el elemento fundamental que hace posible que las personas sordas disfruten de la música.
Esta técnica ayuda a los sordos a percibir las vibraciones y sensaciones acústicas que tiene la música. Además favorece a sus relaciones interpersonales, a la fluidez de su habla, la coordinación de sus movimientos y una mejora en el equilibrio. Es decir, si desde edades tempranas acercamos a los niños sordos a la música conseguiremos que aprendan a desinhibirse e integrarse en un grupo de oyentes y sobre todo a aumentar su autoestima. Además, se han realizado estudios en niños sordos que han demostrado la existencia de una relación positiva entre la organización motora y la capacidad que tienen de leer los labios, también son capaces de responder al ritmo y de discriminar y de comparar diferentes sonidos.
No solo son capaces de escuchar la música, si no que sentir sus vibraciones en la piel les permite moverse, bailar e incluso llegar a tener un mayor equilibrio y un control de la postura.
La musicoterapia por lo tanto, consigue que los niños y adultos sin capacidad auditiva lleguen a tener una cierta apreciación de la música, lo que les permite expresarse de un modo bastante aproximado al de una persona normal.
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